5 de enero de 2009

Cristal del Tiempo

La magnitud del tiempo hace que la vida sea simplemente un paso en la historia, y a medida que uno avanza con las dificultades que tiene este mundo, no podemos comprender que el ser humano es simplemente un pasajero de un tiempo determinado, hoy mi pensamiento navega a través de mi conciencia para comprender el desafío de mi existencia.

He llegado a la cuarta parte de este largo tren, donde los vagones que complementan mi viaje es solo un tercio de mi vida, un reflejo de un cristal hace que me siente a meditar que tan aprisa va el tren por la línea férrea, mirando el horizonte enciendo el motor de mi pasado y descubro que me ha tomado mucho tiempo en recorrer el tiempo recorrido, donde hay una extraña sensación de vacío que solo el corazón puede sentir.

Hoy la vida me hace remecer y vuelvo a mirar hacia el presente, y me sorprendo con la tibieza de un amor y de una inocencia que créese día a día lo cual llevo conmigo. Estoy dentro de un espacio que no termina, de una lucha constante para seguir cruzando de un vagón a otro con tiempos buenos y malos, donde hay veces que el cansancio te agota y el corazón se duerme junto a ideales y sueños que no terminan, y al mismo tiempo te vuelves a levantar, como un ave fénix que nunca muere.

Sigo reflejado en un cristal que no termina de revelar mi esencia y el tren sigue corriendo sin rumbo aparente, los vagones de los años te van cobrando una vida que poco a poco te consume, pero no quiero confundirlos, la madera de mi ser aun sigue firme y el lago de mi mente aun puede dar brillo a mis ojos.

Hemos llegado a una estación del tiempo que no se mueve, donde a unos le permiten subir y a otros bajar, en medio de una vida no determinada para el espíritu del hombre, para Dios si, la puerta de mi carro no se ha abierto, ¡gracias a Dios!... Es decir que aun no es tiempo de bajar, me aferro a las arandelas de un nuevo carro que me invita a pasar, un poco más viejo y nostálgico, con una silueta que me permite soñar abrazado a una lontananza de ideas que tengo que dejar.

El tren sigue su marcha y yo en él, jugando entre las mezquindades de este mundo y la belleza de la tierra que me acoge, ¡gracias a Dios estoy vivo!, esto me permite negociar con el amanecer los matices de un despertar, para dar unas pinceladas de colores al tren que llevo conmigo.

En mis sueños se siente como el tren corta el viento y en mi descansar la gratitud de un día que termina y otro nuevo que comienza… La viada no te da recetas… Sólo te permite vivir, recorro los vagones uno a uno, como un capitán que recorre su barco mirando un horizonte que nunca llega, donde las olas hacen el vaivén de tu historia.

La vida pasa muy rápido en este tren y sin darte cuenta te confundes con el crujir de los maderos y los latidos de un corazón que se hace pequeño, amor mío, eres el abrigo que me vuelve a la realidad y la semilla, una primavera que comienza a creer en las bondades del gentío de la humanidad, muy pronto el tren parar sus vagones para yo bajar y mi hija seguirá por la vía férrea con una juventud para seguir viviendo.

¡Dios cuida a mi hija!


Autor: Félix Licuime (Chile)

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